El argumento moral de la libre disposición del cuerpo por
parte de la mujer podría tener sentido en un mundo ideal en el que 8 de cada 10
prostitutas no estuvieran directa o indirectamente bajo el control de mafias
nacionales e internacionales. Como no es el caso, dudo mucho que ellas puedan
hablar en nombre de esa mayoría de mujeres que han salido engañadas de sus
países para ejercer la prostitución, del mismo modo que nada tiene que ver con
la prostitución “de lujo”, que se sitúa lejos del alcance de las mafias. Me
parecería poco juicioso pensar que porque existan voces minoritarias (y quizá
genuinamente libres en el ejercicio) a favor de la legalización se pudiera
extrapolar la demanda al conjunto del colectivo
En mi opinión los argumentos a favor de la legalización de
la prostitución son muy difíciles de sostener con evidencia empírica en la
mano. Primero, porque es falso que la demanda de prostitución sea inelástica y
no se pueda incidir sobre ella. Segundo, porque la legalización no sólo no
aflora el mercado negro de la prostitución sino que lo expande y engorda a las
mafias que se nutren de él. Tercero, porque la prostitución se parece más a una
forma de esclavitud que a un trabajo remunerado ordinario a tenor de sus
secuelas. Y por último, porque las organizaciones de prostitutas que defienden
la legalización no se parecen en nada a la inmensa mayoría de damnificadas por
la explotación sexual.
Desde mi punto de vista, las políticas más efectivas sobre
la prostitución son las que se plantean en los países abolicionistas del norte
de Europa: sanción a los proxenetas y usuarios, dando una vía de salida y
reinserción a la prostituta, la victima genuina. La prostitución supone en casi
todos los casos una cosificación de la mujer y es una actividad que se mueve en
la periferia social, entre la marginalidad y la delincuencia. Cualquier
política pública que quiera abordar este tema debe tener presente que la
principal prioridad es la defensa de la mujer, de ahí que crea que la mejor
manera de hacerlo sea penalizando la explotación sexual y no dándole carta de
naturaleza.
Jessica Castaño
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